3 de mayo de 2020

RELATOS PIRENAICOS. De Lizuniaga a Urtsumiatza. Por donde viajan las palomas.






Por donde viajan las palomas

-¿A Ibantelli?. Labeaga, querrás decir. Ibantelli le llaman los franceses, para nosotros siempre ha sido Labeaga.
Es el hombre de la Venta Lizuniaga quien me lo aclara. Porque de los caminos saben ellos más que ellas.
Claro, me lo explico. La cima está íntegramente en Lapurdi y no puede evitar tener dos nombres. Pero eso de Labeaga… me suena a topónimo de ferrería o, ¿acaso de carboneo?. Uno es ignorante pero curioso y por preguntarse que no quede.
Nadie va de Lizuniaga a Labeaga cuando hacen la Alta Ruta. Conectan con el GR-11 para marchar al puerto de Lizarrieta y acaso es más rápido pero bastante menos hermoso. Me siento mugalari por un rato mientras sigo la “raya” de mojón en mojón: el 38, el 39, el 40; entre hayas profundas y prados venteados. Y por fin la cima de dos nombres entre peñascos; curioso y panorámico.
Bajar a Lizarrieta, sin niebla, es una delicia. Apenas un paseo en la mejor hierba del mundo. Aquí también hoy toca hamaiketako, frugal en esa venta que bulle en tiempos de pasa de paloma pero vive solitaria la mayor parte del año. Allí sí, toca retomar el GR 11 a uña de caballo por los cordales de las palomeras. Entre puesto y puesto, de trampa a trampa, incluso pasando sobre el estratégico montaje de las redes tradicionales.
Aitxuria estará más tarde en el horizonte, provocando. Yo no me resisto. Desviarse a esta cima supone varias horas añadidas a una etapa que es larga pero, en mi libertad, reinvento la Alta Ruta y la hago más auténtica. Quien quiera seguir a los otros no tiene más que continuar el GR 11, largo y tendido por una pista de cazadores; nos encontraremos de nuevo en Irazakuko bidea, al pie del pico Zentinela. Dejo así marchar al GR al pie del mojón 50, un número redondo. Mientras él marcha al Sur yo sigo al Este, apuntando a la Peña Plata. Hay que seguir pistas solitarias, bosques y praderas, un mundo apartado de la civilización donde parece que el tiempo se hubiera detenido casi a la vez que terminaron los episodios de las guerras Carlistas que tuvieron protagonismo entre aquellas peñas. Aitxuria no queda de paso. Hay que ir y volver pero como el subir y bajar este también es nuestro destino.
Y resulta agradecido descubrir la fresquísima fuente que desliza agua cristalina en este mundo de soledad, al pie de la peña. Da pereza subir sabiendo que el camino queda largo pero crestear las raras rocas rojizas de Aitxuria es un honor. Formas de capricho por todos lados y panoramas inmensos al Norte y al Sur. Zugarramurdi y sus memorias brujeriles apiñándose a los pies, al otro lado los retos constantes de Alkurruntz y Autza capitaneando sobre los dominios del señor de Ursua. Allí hay que ir, por caminos de bosque y largos cordales. Y si aún queremos más cumbres está a la vera el cerro Zentinela; con ese evocador nombre hasta sugiere vivencias históricas aunque su cúspide no es mucho más que una loma visual. Al otro lado circula el GR que se abraza en tierras de Bertiz a este camino pionero. Al poco de ese abrazo me espera la decisión de continuar o descansar. A un lado Etxalar, muy cerca Saroiberri con su caserío apartado entre hayedos y laderas escondidas. Me quedo a sabiendas de que no llegaría de día. Erratzu está lejos y esperará un poquito más.





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