ETAPA 6. Orreaga-Egurgi
En
Orreaga el madrugón es casi obligatorio. Incluso más si se ha acudido de
víspera a la celebración de la misa del peregrino. La verdad es que no es
necesario ser muy católico para participar en este ritual porque es más una
comunión de espíritu que de devoción. Siete, ocho o los idiomas que sean
necesarios, indumentaria caminera y ánimo convivencial son los ingredientes
fundamentales.
Alguien
me dirá que esto poco tiene que ver con la Alta
Ruta y yo digo que mucho. Pasamos por los caminos y por las
cimas como los viejos aventureros, para buscar, mirar y para encontrar. Y esto
está ahí al costado del camino y como los pájaros, las nieblas y los panoramas
nos enseña cosas de la vida.
Con
las cosas de la vida se marcha uno de Orreaga, o de Ibañeta si se ha quedado
por ahí, o acaso de las inmediaciones de Lepoeder, un buen sitio para vivaquear
mirando al horizonte. Cuesta arriba hasta el collado, hasta el puerto épico que
parece el máximo objetivo del peregrino. Ellos llegan, nosotros marchamos en
sentido contrario. Aquí, uno de los puntos más severos para el peregrino, se
le empieza a presentar al rutero
pirenaico la montaña verdadera. Aquí tiene la oportunidad de mirar el
despliegue de la cadena y siente ganas de ir muy lejos.
Si
además el Pirineo se abre sobre un manto de nieblas entonces el caminante sabe
que está en el lugar perfecto. Justo estoy pensando así cuando he decidido
abandonar la seguridad del paso trillado por los carros y también a los peregrinos,
dejarles en su camino marcado, el que llega junto a la ruina de la ermita de
Elizatxarra y la fuente de Bentartea donde cuentan las leyendas que Roldán,
herido de muerte, pidió agua para apagar el fuego que quemaba sus entrañas. Tras
pasar la loma de Menditxipi me desvío a la pradera y trepo una cresta sin senda
a la búsqueda de los altos de Txangoa. Y desde luego que no me arrepiento
cuando salgo sobre las nieblas y estas comienzan a deslizarse bajo mis pies.
Unos instantes después mi propia silueta proyecta su sombra en las nubes
flotantes y un magnífico espectro de broken se forma como por arte de magia.
Momentos como estos no hay muchos pero nunca se olvidan.
Ahí,
a un paso, se eleva Urkulu, el torreón misterioso que, dicen, fue levantado
como un gigantesco trofeo romano, para conmemorar la victoria del Imperio sobre
los Aquitanos y los Íberos del Norte, para recordar a los pueblos indígenas
quién era el poderoso y dominador de estas vías de comunicación.
De
camino, bajando casi por la línea de mojones fronterizos espera primero el
collado de Arnostegi. Seguimos en tierra de minas; más de diez tajos se
explotaron en el contorno, como en el mismo Txangoa; desde ellos se llevó el
material arrancado hasta la ferrería de Olazar, encajada en el barranco, apenas
medio kilómetro aguas arriba de la afamada fábrica de municiones de Orbaizeta.
Ahora
sí, sólo queda subir el fuerte repecho a Urkulu. Puede evitarse llegar a su
cúspide pero no lo hagas pues no te lo perdonarías. Reconforta sentarse a
escuchar a estas piedras milenarias, talladas con perfección para trazar un
círculo potente, mirando a Levante para ver al Pirineo estirarse más y más
hacia el cielo.
El
GR 11 está al pie de Urkulu, vigilado por el dolmen de Soroluze, siempre
atisbando el paso de los pastores de la majada de Azpegi. Aquí el caminante
esta rodeado de historia y prehistoria: el torreón, las minas y las ferrerías,
los monumentos funerarios…
Bajando
a Azpegi hay que decidir camino: tirar hacia Mendilaz, lo que no recomiendo más
que a quien desee extraviarse en un bosque salvaje, o desviarse hacia
Organbide. Y de nuevo decidir si hacer la Alta Ruta por Errozate o por Mendizar, si bajar a
buscar cama a Beherobie o marchar a dormir hasta Egurgi. Yo ya lo tengo
decidido después de dos ensayos con poco éxito. Uno que terminó en la boca del
lobo por los lapiaces de Mendilaz y otro bajo la lluvia en la cueva de Harpea.
La opción de Mendizar, salvo que la niebla sea muy traidora, es muy
interesante, campestre y amable. Va llevando suave suave hasta la fuente
atrapada de Loigorri (imposible tomar agua si no es en la balsa del ganado) y
luego se encarama hasta coronar Mendizar. Y esto es todo un privilegio, ir
constantemente mirando cuando cae la tarde al esbelto Errozate, y de paso a
todos los paisajes de ese Irati que pronto tenemos por escenario de correrías.
La bajada rompepiernas a Egurgi es de las que hay que tomar con calma, directa
al bosque donde espera un refugio de los que gustan, con fueguito para asar un
choricillo, para conversar al calor de las brasas después de un baño fresco en
el río. Sinceramente, mejor que una cama en Orreaga.
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