12 de mayo de 2020

RELATOS PIRENAICOS. Alta Ruta vasca. De Orreaga a Egurgi. Entre peregrinos y pastores


ETAPA 6. Orreaga-Egurgi

 Entre peregrinos y pastores

En Orreaga el madrugón es casi obligatorio. Incluso más si se ha acudido de víspera a la celebración de la misa del peregrino. La verdad es que no es necesario ser muy católico para participar en este ritual porque es más una comunión de espíritu que de devoción. Siete, ocho o los idiomas que sean necesarios, indumentaria caminera y ánimo convivencial son los ingredientes fundamentales.
Alguien me dirá que esto poco tiene que ver con la Alta Ruta y yo digo que mucho. Pasamos por los caminos y por las cimas como los viejos aventureros, para buscar, mirar y para encontrar. Y esto está ahí al costado del camino y como los pájaros, las nieblas y los panoramas nos enseña cosas de la vida.
Con las cosas de la vida se marcha uno de Orreaga, o de Ibañeta si se ha quedado por ahí, o acaso de las inmediaciones de Lepoeder, un buen sitio para vivaquear mirando al horizonte. Cuesta arriba hasta el collado, hasta el puerto épico que parece el máximo objetivo del peregrino. Ellos llegan, nosotros marchamos en sentido contrario. Aquí, uno de los puntos más severos para el peregrino, se le  empieza a presentar al rutero pirenaico la montaña verdadera. Aquí tiene la oportunidad de mirar el despliegue de la cadena y siente ganas de ir muy lejos.
Si además el Pirineo se abre sobre un manto de nieblas entonces el caminante sabe que está en el lugar perfecto. Justo estoy pensando así cuando he decidido abandonar la seguridad del paso trillado por los carros y también a los peregrinos, dejarles en su camino marcado, el que llega junto a la ruina de la ermita de Elizatxarra y la fuente de Bentartea donde cuentan las leyendas que Roldán, herido de muerte, pidió agua para apagar el fuego que quemaba sus entrañas. Tras pasar la loma de Menditxipi me desvío a la pradera y trepo una cresta sin senda a la búsqueda de los altos de Txangoa. Y desde luego que no me arrepiento cuando salgo sobre las nieblas y estas comienzan a deslizarse bajo mis pies. Unos instantes después mi propia silueta proyecta su sombra en las nubes flotantes y un magnífico espectro de broken se forma como por arte de magia. Momentos como estos no hay muchos pero nunca se olvidan.
Ahí, a un paso, se eleva Urkulu, el torreón misterioso que, dicen, fue levantado como un gigantesco trofeo romano, para conmemorar la victoria del Imperio sobre los Aquitanos y los Íberos del Norte, para recordar a los pueblos indígenas quién era el poderoso y dominador de estas vías de comunicación.
De camino, bajando casi por la línea de mojones fronterizos espera primero el collado de Arnostegi. Seguimos en tierra de minas; más de diez tajos se explotaron en el contorno, como en el mismo Txangoa; desde ellos se llevó el material arrancado hasta la ferrería de Olazar, encajada en el barranco, apenas medio kilómetro aguas arriba de la afamada fábrica de municiones de Orbaizeta.
Ahora sí, sólo queda subir el fuerte repecho a Urkulu. Puede evitarse llegar a su cúspide pero no lo hagas pues no te lo perdonarías. Reconforta sentarse a escuchar a estas piedras milenarias, talladas con perfección para trazar un círculo potente, mirando a Levante para ver al Pirineo estirarse más y más hacia el cielo.
El GR 11 está al pie de Urkulu, vigilado por el dolmen de Soroluze, siempre atisbando el paso de los pastores de la majada de Azpegi. Aquí el caminante esta rodeado de historia y prehistoria: el torreón, las minas y las ferrerías, los monumentos funerarios…
Bajando a Azpegi hay que decidir camino: tirar hacia Mendilaz, lo que no recomiendo más que a quien desee extraviarse en un bosque salvaje, o desviarse hacia Organbide. Y de nuevo decidir si hacer la Alta Ruta por Errozate o por Mendizar, si bajar a buscar cama a Beherobie o marchar a dormir hasta Egurgi. Yo ya lo tengo decidido después de dos ensayos con poco éxito. Uno que terminó en la boca del lobo por los lapiaces de Mendilaz y otro bajo la lluvia en la cueva de Harpea. La opción de Mendizar, salvo que la niebla sea muy traidora, es muy interesante, campestre y amable. Va llevando suave suave hasta la fuente atrapada de Loigorri (imposible tomar agua si no es en la balsa del ganado) y luego se encarama hasta coronar Mendizar. Y esto es todo un privilegio, ir constantemente mirando cuando cae la tarde al esbelto Errozate, y de paso a todos los paisajes de ese Irati que pronto tenemos por escenario de correrías. La bajada rompepiernas a Egurgi es de las que hay que tomar con calma, directa al bosque donde espera un refugio de los que gustan, con fueguito para asar un choricillo, para conversar al calor de las brasas después de un baño fresco en el río. Sinceramente, mejor que una cama en Orreaga.











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