13 de noviembre de 2021

Hay que ver: ¡cómo está el audiovisual!

 



Miércoles. Suena el teléfono. Al otro lado se identifica una mujer que dice trabajar para un programa de ETB (Euskal Telebista, la televisión pública vasca): "Duelo en las alturas". Ese es un programa que alardea de altas tecnologías, de drones, de escaneo en 3D de edificios históricos y que presenta la estrella televisiva vasca Ane Igartiburu. 

 

- Hemos visto unas fotos tuyas antiguas de la Alhóndiga de Bilbao y nos interesan para un programa que hemos grabado sobre la Alhóndiga. ¿Cómo podríamos hacer para que nos las pases? ¿Nos las cederías?, dice amablemente.

- Sí, claro, son de mi archivo, y yo vivo de esto. Os puedo dar un precio.

- Vale, le paso tu teléfono a la productora, ella se pondrá en contacto. Gracias.
- ¿Para qué productora es? -pregunto antes de colgar-
- Baleuko
- Gracias, agur.
 Solo tarda dos minutos en llamarme la productora; no recuerdo su nombre.
Me pregunta el precio de las fotos, sin más.
- 90 € + IVA por foto, le digo.
- Bien, vale, lo valoraremos y ya te llamo.

 

Sucedió hace más de 15 días y no han llamado.
Querían unas fotos que no existen en ningún sitio, fotos que ya me han pedido más veces y fusilado otras tantas.
Eso de pagar parece que ya no es estila en la televisión.
¡Como está el audiovisual!




4 de noviembre de 2021

LA PALMA: belleza en el infierno



 


¿Hay belleza en el infierno? 

Ya sabemos la respuesta si hacemos esta pregunta a los habitantes del valle de Aridane, descolgado sobre el mar en el oeste de la isla de La Palma del archipiélago canario.

"Sobre todo hay horror y miedo" nos decían los mayores de una familia a la que la erupción del nuevo volcán de Cumbre Vieja pilló almorzando en la terraza de su casa el 19 de septiembre. Nos enseñan en la pantalla de su teléfono la imagen de una gran columna negra de humo y cenizas recortada sobre un cielo azul tintado de bonitas nubes redondas. "Esa montaña por donde ahora sale la lava antes no existía, era solo una ladera inclinada; y allí estaba nuestra casa que ya ha desaparecido. No te lo puedes creer", dice compungido Luis Calzado, acodado con su esposa al costado de la moderna iglesia parroquial de la Sagrada Familia en el barrio de Tajuya. La placita que se abre ante el templo es ya un emblema en la historia de este nuevo volcán; este "mirador de Tajuya" se llena día y noche de cámaras de televisión, de fotógrafos de medio mundo, de turistas, de periodistas y también de vecinos que vienen a ver en directo la evolución de esta erupción, espectacular para unos, maldita para quienes buscan el escenario en el que sus casas, sus campos de labor, sus modos de vida, han desaparecido bajo un mar de lava oscura. Luis viene cada tarde a ver cómo avanza el volcán, a sabiendas de que su vida nunca será como antes, pero intentando avanzar en el proceso de un duelo inevitable.

Ante el mirador se desliza una corriente de lava, permanentemente humeante y que, tras cada atardecer, llena el cielo de la noche de un brillante resplandor dorado. Más arriba el aire se incendia con llamaradas explosivas, se estremece entre explosiones que arrojan al cielo una incesante lluvia de piedras incandescentes y bajo este despliegue de luz y color un chorro constante de rojo brillante comienza su camino mortífero hacia abajo, hacia el mar. Porque nada de lo que va a quedar por debajo del fluido cauce de lavas y de sus miles de toneladas de depósitos verá de nuevo la luz del cielo. Y nada de esto sucede en silencio; un atronador y arrítmico eco lo envuelve todo, como si fuera el fondo de la banda sonora de un apocalipsis.

Hay otra nota visual que impresiona a quien mira con atención desde el pie del templo de Tajuya: un goteo constante de camioncitos y furgonetas cargados de forma caótica con toda clase de enseres de hogar circula por la carretera que viene de los barrios más bajos de los Llanos de Aridane. Es el éxodo de quienes llevan obligadamente lo poco que pueden con el temor de nunca poder a devolverlo a los cajones de sus armarios, a sus habitaciones y cocinas.

La isla de La Palma es un desconcierto de sensaciones donde compiten a ver cuál impresiona más, si el espectáculo visual o el drama humano de la pérdida.