11 de octubre de 2019

Islandia o los excesos del norte


Exceso de naturaleza brutalmente configurada, excesos en los horizontes infinitos, excesos en las formaciones donde mar y tierra chocan constantemente, excesos en las luces y la meteorología, cambiantes y hasta agresivas. La energía que emerge desde las profundidades se extiende incesante a la corteza de colores desde la que el agua vuelve a ser imponente diseñando abstracciones y configurando el espacio.
Islandia es un exceso de territorio que propone paisajes para crear. De tanto exceso es inabarcable y eso es casi lo mejor para el visitante primerizo que se llena de sensaciones y emociones pero marcha necesitado de encontrarse de nuevo ante esta inmensidad.

De paso, pero no he podido escapar a buscar las motivaciones de los balleneros vascos que se aventuraron –cuánto sentido tiene esta palabra- en este norte inhóspito para llevar de comer a sus casas. No nos lo van a contar pero si alguna epopeya han vivido nuestras familias debió ser aquella. En el curioso brazo de un fiordo del norte quedan, junto a una fuente termal, unos viejos muros que, dicen, los levantaron unos vascos en el siglo XVI; el topónimo es precioso: Strákatangi.