26 de enero de 2020

Cuando los drones cuentan historias (o ayudan a contarlas)






Han pasado ya muchos años desde que me atreví a fotografiar en formato panorámico. Con película, con pesadas cámaras de formatos especiales, conseguí poner en manos de los editores dudas e inquietudes para resolver sus diseños y maquetas con imágenes más parecidas al panavisión del cine que a los rectángulos fotográficos. Y resolvieron sus angustias sacando provecho a aquella novedad visual de manera sobresaliente: creando dobles páginas impresionantes, fabricando un sello con apellido donde las panorámicas se integraban, como lo hacen todavía, a la perfección. Hasta el punto de ser capaces de componer reportajes de gran interés visual ilustrados íntegramente en formato panorámico.
Ahora es tiempo de drones, parece. Pero no es así, solo: es tiempo de herramientas múltiples y los drones son una más de las muchas disponibles. Están de moda pero no tienen más capacidad para resolver las necesidades visuales que las que pueda aportar la mirada de quien los dirige, quien los pilota y quien enfoca con sentido sus cámaras. 
Pero, como herramienta visual, nos ayudan de forma absolutamente eficaz  en esa capacidad que tienen tanto la fotografía como el audiovisual para contar historias. Ahora los drones son en mi equipaje otra herramienta insustituible, como las panorámicas que permiten obtener con un nuevo punto de vista; sí, las imágenes que aportan a mis reportajes apoyan de modo rotundo los relatos que cuento en ellos. Lo hacen  hasta el punto de poder resolver, como acaba de suceder en Canal de Navarra, casi al completo, una buena historia con esa mirada aérea como único punto de vista.
Los drones no cuentan historias pero ayudan a hacerlo.