18 de mayo de 2020

RELATOS PIRENAICOS. Alta Ruta vasca. De Organbide a Ardané. Acariciando el Orhi y más, de dos mil para arriba






 ETAPA 8. Organbide-Ardané

  
Acariciando el Orhi y más, de dos mil para arriba

Es raro pero no hay niebla esta mañana en Irati. La canícula anunciada estará solo suavizada por el viento que sin duda azotará como también es costumbre en el Orhi.
Ahora la meta son las montañas, de verdad. No se van a acabar los prados, eso nunca, pero sé que veré encresparse los repechos y las aristas, primero en el Orhi pero después también en Txardekagaina, en Lakora y sobre las cimas rocosas de Belagua.
El bosque acompaña un poco, muy poco, mientras se inicia el camino hacia la cresta herbosa de Mehatse; enseguida es el valle de Logibar con los caseríos de Larrañe en el fondo la mirada dominante, con el Orhi por supuesto en la cabeza.
Pronto la tierra del pastoreo se hace presente, también la del cazador ya que se hace inevitable tropezar el gesto con los puestos que asaltan a las palomas en cada una de sus migraciones. Inevitable también el tropiezo con la prehistoria. En la cuerda de Lapatignegagne el primero de los crónlechs de esta cuerda se esconde entre la hierba, casi encima de una de las tradicionales majadas que amanecen mirando al tótem del Pirineo. Y por allí el montañero viaja aéreo en un subir y bajar campestre; así hasta rebasar la alineación de crónlechs de Millagate. Se acabaron los respiros; ahora una cuesta infinita lleva hasta Zazpigaina y bendito camino este que descubre a quien no lo conoce un Orhi inédito, solitario y salvaje. La cresta de Zazpigaina parece inaccesible desde lejos pero el paso se franquea fácilmente, es encantador trepar y destrepar entre las lajas desprendidas de esa arista esbelta y aérea. Y quien crea que no se le pueden poner puertas al campo se dará cuenta de que estaba equivocado; en el Ori hay una que debe abrirse para continuar la senda que el pastor cierra a sus ovejas para que no se le vayan al otro lado de la frontera. Así es el mundo: mugas y puertas hasta en las montañas.
La cresta que lleva al Orhi es luego empinada y siempre venteada; el primer dos mil de la cadena, el más occidental de los grandes es picudo y afilado, un mirador perfecto hacia Irati pero sobre todo al gran Pirineo.
Hay que disfrutar un tiempo de este privilegio, mirar y mirar. Desde aquí veo casi todo lo que me queda de recorrido: una sucesión de cimas y crestas que motivarían a recorrerlas a cualquiera que suba hasta aquí arriba.
2017 metros. Magia y leyenda, mito y realidad están aquí concentrados en este pináculo aéreo. La dominancia visual de esta cima desde casi todos los horizontes la ha convertido en una referencia desde la prehistoria. Algunos estudiosos presumen que la figura y posición de esta cima en el horizonte pirenaico está directamente relacionada con la ubicación de muchas de las necrópolis y conjuntos de crónlechs que se elevan en el contorno. Más cerca en el tiempo nos quedan testimonios como la canción de Etxepare o algunos refranes que desde ambos lados de la montaña lo evocan: Orhiko txoria, orira tira; dice uno navarro.
El sendero que lleva desde la cima de Orhi al puerto de Larrañe está más trillado, es una trocha erosionada en la ladera por los pies de muchos cientos de excursionistas y montañeros que se bautizan con el primer dos mil pirenaico por el camino más fácil. Inevitable cruzarse con ellos en este tramo multitudinario, también con sus vehículos y el ambiente campestre que reina en el puerto cada día del verano disculpado por las nieblas. Permanezco el mínimo tiempo posible antes de cabalgar por la eterna cresta herbosa de los “gaina”, una sucesión de lomas cuya toponimia lleva este apellido: Atxurterigaina, Betzulagaina, Gaztarrigaina y por fin Otsogorrigaina. Se pueden evitar casi todos los altos pero yo no lo hago, así presumiré haber hecho la Alta Ruta más alta posible. Entre boñigas y vacas, entre ovejas y cagarrutas, vigilado por los buitres casi siempre, salto de prado en prado con emoción, entre Nafarroa y Zuberoa, no en vano los mojones de la frontera marcan casi con exactitud la alineación del camino a seguir.
Aquí se demuestra el valor de la autonomía. Pasado el puerto de Larrañe queda un buen trecho hasta conectar con Belagua. Fácil de hacer en el resto de la jornada si se evitan las cumbres, pero casi imposible si se ascienden todas. Por eso he decidido terminar mi etapa tras coronar Otsogorrigaina, en soledad, cuando ni caminantes ni turistas andan por el entorno. El tiempo es espléndido y mi tienda es abrigo suficiente para permanecer en las proximidades del collado de Utururdineta. Tendré así la compañía cercana de Otsogorri y Barazea. Bajo un poco para aprovechar la fuente del abrevadero de la majada de Pista. Y… ¿por qué no?, también tomo un baño que mi cuerpo agradece inmensamente. Incluso en estos parajes hay placeres naturales insospechados. Sólo el rebaño del Otsogorri es testigo.







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