ETAPA 8. Organbide-Ardané
Acariciando el Orhi y
más, de dos mil para arriba
Es
raro pero no hay niebla esta mañana en Irati. La canícula anunciada estará solo
suavizada por el viento que sin duda azotará como también es costumbre en el
Orhi.
Ahora
la meta son las montañas, de verdad. No se van a acabar los prados, eso nunca,
pero sé que veré encresparse los repechos y las aristas, primero en el Orhi pero
después también en Txardekagaina, en Lakora y sobre las cimas rocosas de Belagua.
El
bosque acompaña un poco, muy poco, mientras se inicia el camino hacia la cresta
herbosa de Mehatse; enseguida es el valle de Logibar con los caseríos de
Larrañe en el fondo la mirada dominante, con el Orhi por supuesto en la cabeza.
Pronto
la tierra del pastoreo se hace presente, también la del cazador ya que se hace
inevitable tropezar el gesto con los puestos que asaltan a las palomas en cada
una de sus migraciones. Inevitable también el tropiezo con la prehistoria. En la
cuerda de Lapatignegagne el primero de los crónlechs de esta cuerda se esconde
entre la hierba, casi encima de una de las tradicionales majadas que amanecen
mirando al tótem del Pirineo. Y por allí el montañero viaja aéreo en un subir y
bajar campestre; así hasta rebasar la alineación de crónlechs de Millagate. Se
acabaron los respiros; ahora una cuesta infinita lleva hasta Zazpigaina y
bendito camino este que descubre a quien no lo conoce un Orhi inédito, solitario
y salvaje. La cresta de Zazpigaina parece inaccesible desde lejos pero el paso
se franquea fácilmente, es encantador trepar y destrepar entre las lajas
desprendidas de esa arista esbelta y aérea. Y quien crea que no se le pueden
poner puertas al campo se dará cuenta de que estaba equivocado; en el Ori hay
una que debe abrirse para continuar la senda que el pastor cierra a sus ovejas para
que no se le vayan al otro lado de la frontera. Así es el mundo: mugas y puertas hasta
en las montañas.
La
cresta que lleva al Orhi es luego empinada y siempre venteada; el primer dos mil
de la cadena, el más occidental de los grandes es picudo y afilado, un mirador
perfecto hacia Irati pero sobre todo al gran Pirineo.
Hay
que disfrutar un tiempo de este privilegio, mirar y mirar. Desde aquí veo casi
todo lo que me queda de recorrido: una sucesión de cimas y crestas que motivarían
a recorrerlas a cualquiera que suba hasta aquí arriba.
El
sendero que lleva desde la cima de Orhi al puerto de Larrañe está más trillado,
es una trocha erosionada en la ladera por los pies de muchos cientos de
excursionistas y montañeros que se bautizan con el primer dos mil pirenaico por
el camino más fácil. Inevitable cruzarse con ellos en este tramo
multitudinario, también con sus vehículos y el ambiente campestre que reina en
el puerto cada día del verano disculpado por las nieblas. Permanezco el mínimo
tiempo posible antes de cabalgar por la eterna cresta herbosa de los “gaina”,
una sucesión de lomas cuya toponimia lleva este apellido: Atxurterigaina,
Betzulagaina, Gaztarrigaina y por fin Otsogorrigaina. Se pueden evitar casi
todos los altos pero yo no lo hago, así presumiré haber hecho la Alta Ruta más alta
posible. Entre boñigas y vacas, entre ovejas y cagarrutas, vigilado por los buitres
casi siempre, salto de prado en prado con emoción, entre Nafarroa y Zuberoa, no
en vano los mojones de la frontera marcan casi con exactitud la alineación del
camino a seguir.
Aquí
se demuestra el valor de la autonomía. Pasado el puerto de Larrañe queda un
buen trecho hasta conectar con Belagua. Fácil de hacer en el resto de la
jornada si se evitan las cumbres, pero casi imposible si se ascienden todas. Por
eso he decidido terminar mi etapa tras coronar Otsogorrigaina, en soledad,
cuando ni caminantes ni turistas andan por el entorno. El tiempo es espléndido
y mi tienda es abrigo suficiente para permanecer en las proximidades del
collado de Utururdineta. Tendré así la compañía cercana de Otsogorri y Barazea.
Bajo un poco para aprovechar la fuente del abrevadero de la majada de Pista. Y…
¿por qué no?, también tomo un baño que mi cuerpo agradece inmensamente. Incluso
en estos parajes hay placeres naturales insospechados. Sólo el rebaño del
Otsogorri es testigo.
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