23 de mayo de 2020

RELATOS PIRENAICOS. Alta Ruta vasca. Etapa 9 Ardané- Belagua. Crestas de verdad


 ETAPA 9.  Ardané- Belagua


Crestas de verdad

No puedo amanecer mejor. Entre nieblas y casi rodeado por los rebaños. Han venido a pasar la noche al fresco a estos cerros y al mover la mañana también las ovejas se mueven, ordenadamente, en fila india. Cumplen el ritual de cada amanecer y lo se porque enseguida llegan las pastoras a su encuentro. Si, aquí también hay pastoras y casi les envidio cuando veo que marchan, pausadamente, a paso de oveja pastando, de camino a la cresta de Otsogorrigana. Toman el camino que trae el GR al encuentro del sol que ya calienta allá arriba. Pero ayer vine de la cima y hoy me queda una buena pechada así que me conformo con mirarlas, a las pastoras y a las ovejas, alargándose en el sendero, las primeras conversando, las otras a lo suyo, picando hierbas.
Aprovecho el abrevadero de las ovejas para refrescarme y rellenar mis depósitos –el baño ya lo tomé por la tarde- antes de arrancar hacia la cresta de Txardekagana que, como está donde los imperios pusieron la frontera, tiene este nombre para unos, y es Barazea para otros. Yo me quedo con los dos y mientras miro la que desde este collado se ve como una picuda cumbre me decido a ir por el camino de la cresta, dando un rodeo. Después agradezco haberme desviado porque las rocas caen a pico en un pasillo impresionante y que, estoy seguro, ningún coleccionista de cumbres ha visto.
La pendiente de Barazea se hace dura pero es corta y tiene como intercambio proporcionar magníficas perspectivas. El vértigo me acompaña, inevitablemente, cuando me tiro a crestear a la segunda cima. Menos mal que mi mochila es ligera y que no hay viento porque de ser así habría tomado las de Villadiego sin caminar la travesía. El “a pico”, como diría un francés, es impresionante y más acompañado por el vuelo próximo de los buitres. ¿Intuirán algo?.
El collado de Belai es un balcón de pastores. Sin duda vienen a este lugar para controlar donde están sus ovejas transfronterizas. Como a ellas nadie les pide la carta de nacionalidad se van donde mejor hierba encuentran. Digo esto porque aquí montañeros se ven pocos, menos que pastores, y, casi siempre, unos y otros solitarios. Me tienta evitar la subida aérea a Kartxela porque el sendero que bordea su base, el balizado, es como muy amable, con sombritas, sin cuestas… pero el objetivo me manda para arriba. Por una línea ventilada y luego inventándome un sendero inexistente ya que ni las ovejas han trazado uno de verdad por este lado hasta la cima. Pero se sube fácilmente al mejor mirador de todo el valle de Belagua. Es un lugar para quedarse, con los buitres, con el raro quebrantahuesos que sabemos sobrevuela Belagua en los últimos años, con la brisa y mirando a las nieblas que frecuentan a menudo el collado de Arrakogoiti.
Estudio el terreno y las nubes que acechan. Veo la continuidad de la cresta, por Binbaleta y por Lakora e intuyo la conveniencia de evitar el tramo de Binbaleta a Lakora por lo abrupto. Con esa reflexión y mi voluntad de dejar Belagua a un lado para marchar a vivaquear hasta el collado de Erraize camino cuesta abajo. Es un bello sendero, abrupto como es también esta vertiente de Kartxela y toda su alineación altiva que llena algunas de las más bellas imágenes del Pirineo Navarro.
En el collado de Binbaleta me esperan los caballos. Supongo que para que les haga fotos y les acaricie, no creo que estén aquí para tomar el aire. Como Binbaleta es una tachuela hago un ir y volver porque desde allí se obtiene la mejor panorámica de Keleta, la escarpada prolongación cimera de Kartxela hacia el valle. Y así llevo otra sensación más en la mochila.
El balizaje desciende en picado desde el collado hacia Belagua y hay que seguirlo por necesidad rompiéndose las piernas hasta Arrakogoiti que también llaman Urdaite. El sitio es un poco mágico, bello, casi pintoresco.
Voy intentando perder el mínimo de altura posible así que abandono enseguida el balizaje que baja hacia el refugio de Belagua y mantengo la alineación hacia Lakora. Mejor es la panorámica, más aérea, con todo el Pirineo desplegado desde esta altura. Cuesta un poco el repecho pero me distraigo pensando en las “golondrinas”, las alpargateras del valle de Roncal que marchaban cada año a trabajar durante la temporada a Mauleon. A pie, por estos parajes, varios días de marcha; desde luego no lo hacían para admirar paisajes ni para reconfortar su espíritu con los espacios abiertos como estoy haciendo yo. Otra vez vuelvo a ser un privilegiado.
A un salto queda –demasiado abajo para mis piernas- la Venta de Juan Pito. Tampoco me importaría irme a comer unas migas de pastor y unos huevos con patatas pero el plan de la siguiente etapa ya no sería eficaz. Así que emprendo repechos por la cresta de Lakora, arriba y abajo mirando a dos estados, a tres nacionalidades, por lo menos, pero a un mismo país que es el de las montañas. Entre ovejas y flores y con temor por lo que llega del norte en forma de nubes bajo suavemente al collado de Erraize. Bajo aún un poco más en busca de agua hasta las praderas y este será, espero, mi dulce colchón. Buenas noches.


        





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