ETAPA 9. Ardané- Belagua
Crestas de verdad
No
puedo amanecer mejor. Entre nieblas y casi rodeado por los rebaños. Han venido a
pasar la noche al fresco a estos cerros y al mover la mañana también las ovejas
se mueven, ordenadamente, en fila india. Cumplen el ritual de cada amanecer y
lo se porque enseguida llegan las pastoras a su encuentro. Si, aquí también hay
pastoras y casi les envidio cuando veo que marchan, pausadamente, a paso de
oveja pastando, de camino a la cresta de Otsogorrigana. Toman el camino que
trae el GR al encuentro del sol que ya calienta allá arriba. Pero ayer vine de
la cima y hoy me queda una buena pechada así que me conformo con mirarlas, a
las pastoras y a las ovejas, alargándose en el sendero, las primeras
conversando, las otras a lo suyo, picando hierbas.
Aprovecho
el abrevadero de las ovejas para refrescarme y rellenar mis depósitos –el baño
ya lo tomé por la tarde- antes de arrancar hacia la cresta de Txardekagana que,
como está donde los imperios pusieron la frontera, tiene este nombre para unos,
y es Barazea para otros. Yo me quedo con los dos y mientras miro la que desde
este collado se ve como una picuda cumbre me decido a ir por el camino de la
cresta, dando un rodeo. Después agradezco haberme desviado porque las rocas caen
a pico en un pasillo impresionante y que, estoy seguro, ningún coleccionista de
cumbres ha visto.
La
pendiente de Barazea se hace dura pero es corta y tiene como intercambio
proporcionar magníficas perspectivas. El vértigo me acompaña, inevitablemente,
cuando me tiro a crestear a la segunda cima. Menos mal que mi mochila es ligera
y que no hay viento porque de ser así habría tomado las de Villadiego sin caminar
la travesía. El “a pico”, como diría un francés, es impresionante y más
acompañado por el vuelo próximo de los buitres. ¿Intuirán algo?.
El
collado de Belai es un balcón de pastores. Sin duda vienen a este lugar para
controlar donde están sus ovejas transfronterizas. Como a ellas nadie les pide
la carta de nacionalidad se van donde mejor hierba encuentran. Digo esto porque
aquí montañeros se ven pocos, menos que pastores, y, casi siempre, unos y otros
solitarios. Me tienta evitar la subida aérea a Kartxela porque el sendero que
bordea su base, el balizado, es como muy amable, con sombritas, sin cuestas…
pero el objetivo me manda para arriba. Por una línea ventilada y luego inventándome
un sendero inexistente ya que ni las ovejas han trazado uno de verdad por este
lado hasta la cima. Pero
se sube fácilmente al mejor mirador de todo el valle de Belagua. Es un lugar
para quedarse, con los buitres, con el raro quebrantahuesos que sabemos
sobrevuela Belagua en los últimos años, con la brisa y mirando a las nieblas
que frecuentan a menudo el collado de Arrakogoiti.
Estudio
el terreno y las nubes que acechan. Veo la continuidad de la cresta, por
Binbaleta y por Lakora e intuyo la conveniencia de evitar el tramo de Binbaleta
a Lakora por lo abrupto. Con esa reflexión y mi voluntad de dejar Belagua a un
lado para marchar a vivaquear hasta el collado de Erraize camino cuesta abajo.
Es un bello sendero, abrupto como es también esta vertiente de Kartxela y toda su
alineación altiva que llena algunas de las más bellas imágenes del Pirineo
Navarro.
En
el collado de Binbaleta me esperan los caballos. Supongo que para que les haga
fotos y les acaricie, no creo que estén aquí para tomar el aire. Como Binbaleta
es una tachuela hago un ir y volver porque desde allí se obtiene la mejor
panorámica de Keleta, la escarpada prolongación cimera de Kartxela hacia el
valle. Y así llevo otra sensación más en la mochila.
El
balizaje desciende en picado desde el collado hacia Belagua y hay que seguirlo
por necesidad rompiéndose las piernas hasta Arrakogoiti que también llaman
Urdaite. El sitio es un poco mágico, bello, casi pintoresco.
Voy
intentando perder el mínimo de altura posible así que abandono enseguida el
balizaje que baja hacia el refugio de Belagua y mantengo la alineación hacia Lakora.
Mejor es la panorámica, más aérea, con todo el Pirineo desplegado desde esta
altura. Cuesta un poco el repecho pero me distraigo pensando en las
“golondrinas”, las alpargateras del valle de Roncal que marchaban cada año a
trabajar durante la temporada a Mauleon. A pie, por estos parajes, varios días
de marcha; desde luego no lo hacían para admirar paisajes ni para reconfortar
su espíritu con los espacios abiertos como estoy haciendo yo. Otra vez vuelvo a
ser un privilegiado.
A
un salto queda –demasiado abajo para mis piernas- la Venta de Juan Pito. Tampoco
me importaría irme a comer unas migas de pastor y unos huevos con patatas pero
el plan de la siguiente etapa ya no sería eficaz. Así que emprendo repechos por
la cresta de Lakora, arriba y abajo mirando a dos estados, a tres
nacionalidades, por lo menos, pero a un mismo país que es el de las montañas.
Entre ovejas y flores y con temor por lo que llega del norte en forma de nubes
bajo suavemente al collado de Erraize. Bajo aún un poco más en busca de agua
hasta las praderas y este será, espero, mi dulce colchón. Buenas noches.
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