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Montañas de Yalta |
En Balaklava el mar Negro acaricia violentos acantilados de
calizas rosáceas. Se desploman desde los viñedos de la costa de la península de
Crimea, acostados dulcemente en Sebastopol pero despeñados en Balaklava. Apenas
un resquicio de paz en ese acantilado sirvió para amarrar los barcos de los
pescadores y convertir el estuario escondido en un puerto secreto, cerrado para
los barcos de la guerra primero, madriguera de submarinos rusos ocultos bajo
las montañas después. Un túnel camuflado en la pared de roca da paso a un
insospechado universo bajo tierra. Catacumbas de hormigón pensadas para la
guerra.
Los acantilados rocosos se repiten en todo el contacto de
Crimea con el mar Negro, calizas grises sobrepuestas a laderas salpicadas de
marojales que ahora pintan de marrones sus hojas y pinares, despeñaderos de rocas
fracturadas, santuarios de cúpulas doradas encaramados en riscos
inconquistables. Así acompaña la costa de Yalta al océano, con paisajes sobrecogedores asomados sobre un
horizonte de aguas infinitas.
En el alma de estos paisajes sigue pesando la historia de un
espacio de guerras y conflictos, tratados de paz y conversiones sucesivas de
religión y confesión. A pesar de ello queda amabilidad, esperanza y tierra que cuidar.
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Sebastopol |
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Sebastopol |
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Crimea |
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Base submarina de Balaklava |
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