25 de noviembre de 2013

Mar Negro, acantilados, montañas y escondites submarinos


Montañas de Yalta

En Balaklava el mar Negro acaricia violentos acantilados de calizas rosáceas. Se desploman desde los viñedos de la costa de la península de Crimea, acostados dulcemente en Sebastopol pero despeñados en Balaklava. Apenas un resquicio de paz en ese acantilado sirvió para amarrar los barcos de los pescadores y convertir el estuario escondido en un puerto secreto, cerrado para los barcos de la guerra primero, madriguera de submarinos rusos ocultos bajo las montañas después. Un túnel camuflado en la pared de roca da paso a un insospechado universo bajo tierra. Catacumbas de hormigón pensadas para la guerra.
Los acantilados rocosos se repiten en todo el contacto de Crimea con el mar Negro, calizas grises sobrepuestas a laderas salpicadas de marojales que ahora pintan de marrones sus hojas y pinares, despeñaderos de rocas fracturadas, santuarios de cúpulas doradas encaramados en riscos inconquistables. Así acompaña la costa de Yalta al océano,  con paisajes sobrecogedores asomados sobre un horizonte de aguas infinitas.
En el alma de estos paisajes sigue pesando la historia de un espacio de guerras y conflictos, tratados de paz y conversiones sucesivas de religión y confesión. A pesar de ello queda amabilidad, esperanza y tierra que cuidar.

Sebastopol
Sebastopol


Crimea
Base submarina de Balaklava


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