Me llega un correo electrónico. De una revista digital que
se sostiene con subvenciones públicas y apoyo de colaboradores. Les gusta un trabajo que ya publiqué antes en
una revista, les parece interesante, lo quisieran publicar y me lo comunican.
Les pregunto por su tarifa para los colaboradores.
Me responden que nunca pagan nada, que ha habido un
malentendido por mi parte y sienten haberme molestado.
Otra vez gratis. Lo pide alguien que seguramente cobrará un
dinerito por mandar correos electrónicos, para una web que pagará el precio de
su servidor, el despacho, la calefacción, la luz, el agua, el teléfono que
gastan sus gestores. Pero los CONTENIDOS son gratis.
Yo les he informado de que aquel reportaje me costó varios
viajes a más de doscientos kilómetros de casa, más de dos semanas de trabajo de
campo, caminar en busca de rincones en el paisaje, realizar entrevistas,
estudiar ingente documentación y que eso espero amortizarlo con el tiempo, con
nuevas publicaciones de aquello. Y de que, aunque las pedí, por ejemplo para
hacer mi web que aún no tengo, nunca he recibido en más de treinta años de vida
profesional un solo céntimo de subvenciones públicas.
Pero todo esto viene a cuento de que en mi diminuto jardín
ya salieron hace días los narcisos, tengo un montón de bellísimos nazarenos violetas
que visitan constantemente las abejas, brotan con esperpento de color los
rosales, despuntan abundantes margaritas
y los iris están floreciendo antes de lo que acostumbran. Es primavera y
eso dice que la vida despierta. Seamos felices, porque la vida es un regalo, es
gratis.
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