25 de octubre de 2012

Rostros de piedra





 A veces son muy aparentes pero en muchas ocasiones hay que salir de los caminos trillados para descubrir figuras sorprendentes en forma de piedra que los siglos, la erosión y el viento han tallado en la naturaleza de roca.
Agujas sorprendentes y bloques encajados, perfiles humanos o rostros escondidos, figuras evocadoras o configuraciones caprichosas proponen a la imaginación la existencia de seres mitológicos y fantasmas propios para la creación de leyendas: un fraile, un perro, un oso… casi todo es posible de imaginar en forma de piedra.
Hablando de piedras, nadie sabe por qué el viento y la lluvia se encaprichan de tal manera en dibujar formas a su capricho. Porque es recurrente  descubrir  dragones,  alimañas y animales de todo tipo, igual que siluetas humanas, piezas anatómicas y casi cualquier objeto que la imaginación nos autorice a recrear.
Leyendas y también historias, a veces no tan verdaderas, abundan en la cultura popular dando a esas piedras singulares vida propia y sentido en nuestro universo cultural. Abundan las malas acciones e infidelidades que han convertido a sus autores en figuras petrificadas, las piedras extrañas que son obra de agentes maléficos o benéficos y por supuesto formas pétreas cuya realización se atribuye a los seres humanos creyendo imposible que la simple acción natural fuera capaz de semejantes prodigios. Otras veces algunas rocas solitarias son el fruto del enfado de duendes diversos que las arrojaron muy lejos con distintas intenciones.
Los geólogos abundan en explicaciones sobre formas distintas de erosión causadas por la propia composición química de las rocas, sobre convecciones singulares de corrientes de aire y vientos que modelan aquellas de forma particular o incluso se plantean interrogantes pendientes de desentrañar todavía sobre algunas rocas.

En busca de piedras raras
Hay algunos requisitos o ingredientes fundamentales para descubrir estas fantasías en piedra. El primero ser capaz de dejar libertad a la imaginación, permitir que esta vuele tanto como se elevan al cielo monolitos, agujas y pedruscos. La otra es atreverse a abandonar los caminos para convertirse en explorador, en indagador de los paisajes y rebuscar allí donde las murallas de roca han sido comidas por los vientos.  
Una tercera condición interesante podría ser la de disponer de audacia para buscar en la luz, incluso de fabricar la luz adecuada para lograr que una piedra aparentemente amorfa adquiera figura significante; bajo la luz del sol, en el resplandor de la luna o entre las estrellas.
Con esos ingredientes, y acaso alguna pista viajera, no será difícil emocionarse y preguntarse las razones geológicas, meteorológicas o acaso divinas que han conformado algunos paisajes tan espectaculares como los que llegan hoy a esta ventana.

Del reportaje publicado en el último número de la revista NORA bajo el titulo Haitz paregabeak









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