A veces son muy aparentes pero en
muchas ocasiones hay que salir de los caminos trillados para descubrir figuras sorprendentes en forma de piedra que los siglos, la erosión y el viento han
tallado en la naturaleza de roca.
Agujas sorprendentes y bloques
encajados, perfiles humanos o rostros escondidos, figuras evocadoras o
configuraciones caprichosas proponen a la imaginación la existencia de seres
mitológicos y fantasmas propios para la creación de leyendas: un fraile, un
perro, un oso… casi todo es posible de imaginar en forma de piedra.
Hablando de piedras, nadie sabe
por qué el viento y la lluvia se encaprichan de tal manera en dibujar formas a
su capricho. Porque es recurrente
descubrir dragones, alimañas y animales de todo tipo, igual que
siluetas humanas, piezas anatómicas y casi cualquier objeto que la imaginación
nos autorice a recrear.
Leyendas y también historias, a
veces no tan verdaderas, abundan en la cultura popular dando a esas piedras
singulares vida propia y sentido en nuestro universo cultural. Abundan las
malas acciones e infidelidades que han convertido a sus autores en figuras
petrificadas, las piedras extrañas que son obra de agentes maléficos o
benéficos y por supuesto formas pétreas cuya realización se atribuye a los
seres humanos creyendo imposible que la simple acción natural fuera capaz de
semejantes prodigios. Otras veces algunas rocas solitarias son el fruto del
enfado de duendes diversos que las arrojaron muy lejos con distintas
intenciones.
Los geólogos abundan en
explicaciones sobre formas distintas de erosión causadas por la propia
composición química de las rocas, sobre convecciones singulares de corrientes
de aire y vientos que modelan aquellas de forma particular o incluso se
plantean interrogantes pendientes de desentrañar todavía sobre algunas rocas.
En busca de piedras raras
Hay algunos requisitos o
ingredientes fundamentales para descubrir estas fantasías en piedra. El primero
ser capaz de dejar libertad a la imaginación, permitir que esta vuele tanto
como se elevan al cielo monolitos, agujas y pedruscos. La otra es atreverse a
abandonar los caminos para convertirse en explorador, en indagador de los
paisajes y rebuscar allí donde las murallas de roca han sido comidas por los
vientos.
Una tercera condición interesante
podría ser la de disponer de audacia para buscar en la luz, incluso de fabricar
la luz adecuada para lograr que una piedra aparentemente amorfa adquiera figura
significante; bajo la luz del sol, en el resplandor de la luna o entre las
estrellas.
Con esos ingredientes, y acaso
alguna pista viajera, no será difícil emocionarse y preguntarse las razones
geológicas, meteorológicas o acaso divinas que han conformado algunos paisajes
tan espectaculares como los que llegan hoy a esta ventana.
Del reportaje publicado en el último número de la revista NORA bajo el titulo Haitz paregabeak.
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