¿Qué pintan estos dos términos del vocabulario juntos? Lo
explico con mi experiencia.
Año 2010. Una llamada me solicita fotografías para vestir
una pared gigante de una oficina gigante. Es una pared gris y mi propuesta
consiste en sacarla del silencio con grandes panorámicas de paisajes. El primer
gesto de respuesta es relativamente atravesado pero, quizás por defenderla con
pasión y seguridad, me dejan desarrollar la idea, me escuchan y aceptan.
Estamos en Bizkaia y se imponen los contenidos con varias determinantes: el
territorio, la diversidad, el color, la sugerencia y la pulsión emotiva. Habrá
un río vertical, una montaña nocturna, un horizonte de planos infinitos y una
marina emocionante. Cada una ocupa casi tres metros de pared y componen el
paisaje que acompaña la marea de mesas y ordenadores que trabajan allí
intensamente cada día. Satisfacción a primera vista.
Año 2014. Nadie se ha cansado de tener ahí esas fotografías,
todos están felices de su compañía diaria, son como un pulmón fresco, una
ventana abierta al paraíso. Pondremos una más, horizontal, en el mismo muro y
una serie nueva se repartirá por las paredes de los despachos internos. Otro
conjunto pondrá el toque severo y elegante en la sobria sala de Juntas.
Porque tener la tierra que amas a la vista, hermosa y
sugerente, es un respiro, un hilo de aliento en el ritmo del trabajo.
Reforzarán la satisfacción de la vida en la oficina y de modo indirecto serán
aliadas de la productividad. Mérito compartido de quienes toman decisiones, del
fotógrafo y de un país que ofrece imágenes dignas de mirarse.
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