Acabamos de vivir dos jornadas de montaña fotográfica o fotografía montañera, que el orden de los factores no altera el producto, en el taller que he impartido en el entorno de MENDIFILFESTIVAL de Vitoria-Gasteiz.
Yo lo advertí desde mi llegada: un fotógrafo “educado y
formal” puede aprender tanto de quien no lo está como este del primero. Y en
ello hemos andado: uno intentado infructuosamente huir de las conversaciones
basadas en cámaras y objetivos, en técnicas, cachivaches, programas
informáticos o recursos “secretos” y buscando que el sujeto fuera la estructura
de la imagen y cómo lograr que aquella atrape al lector, o cómo insuflar un
poco de alma a la imagen que construimos.
Sin destino |
Resultó que, apasionados, partimos rumbo a la montaña,
convencidos de poder estar a pie de ruta antes de que llegara la luz. Y lo
logramos, pero acompañados de una impresionante nevada y después de haber
cambiado de objetivo obligados por las dificultades viarias sobre el asfalto.
Nuestra montaña se quedó sin cima, nuestro camino tomó tonalidades
monocromáticas sobre la gama de los blancos y una atención añadida debió
ponerse en la protección personal y de los equipos de lo que nos mandaba el
cielo. Aquello se tornó en un regalo inapreciable que pudimos gozar como
enanos, como montañeros ávidos de paisajes cambiantes y luces sorprendentes.
Nos recreamos en el patrimonio industrial de Ajuria y a continuación seguimos
escudriñando los bosques que abrigan el río Zirauntza en el entorno de su
nacimiento, todo ello pasando de la luz azul a la gris y asomando incluso el
sol entre las nieblas. Curioso descubrir después cómo cada cual miró distinto
los mismos escenarios, cómo –ese era precisamente el objetivo del viaje
campestre- cada cámara orientó sus disparos sobre objetos distintos aunque no
distantes. La evaluación compartida podría haberse prolongado muchas más horas
de lo que duró pero fue probablemente lo mejor del taller, donde cada expresión
fotográfica requería revisión, diálogo y puesta en cuestión y esa reflexión
propició sin duda la mejor lección según lo expresado por los asistentes.
Algunas adulaciones y agradecimientos ofrecidos al fotógrafo no tienen precio
pero eso lo dejaremos para la esfera íntima. La conclusión más significativa es
probablemente que es posible lograr una mirada personal a la montaña y al
paisaje, que puede y debe trabajarse pero hay que partir a su encuentro cada
día.
Epa Santi, Soy Alberto,-el de la resurrección-. La verdad es que después de oirte leer tanta foto, ahora hasta veo algo. A mi que me chocaban mucho las fotos con la línea separando en el centro. Me alucina lo que has echo con la primera de la serie. Es la que más me gusta. A la izquierda esa maraña dando sensación de misterio y, a la derecha un espacio más limpio con el centro de atención en azul, enfocando a la izquierda. Va a desentrañar lo que no se ve en el otro lado. ¡Qué halo de misterio e intriga ! Me encanta.
ResponderEliminarEl Ephemeris es la bomba. Mila esker.
Bien Alberto. Ya ves que solo es cuestión de mirar y esperar a que las cosas se pongan en su sitio... Casi siempre sucede.
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