8 de octubre de 2018

No soy un fotógrafo de naturaleza



No, no soy un fotógrafo de naturaleza aunque cuando un colega me ve fotografiando en un museo se extrañe y me pregunte por qué no estoy en el monte.
No soy un fotógrafo de naturaleza pero me apasiona la vida natural, las flores y los bosques, la ferocidad del mar y el susurro del viento casi tanto como el silencio de la niebla o la emoción de la noche.
No soy un fotógrafo de naturaleza pero en las últimas semanas he pasado un buen número de horas agazapado en un hide, camuflado entre matos de iñarra y helechos, escuchando y oteando el derredor en busca de algo que se moviera, alguna portentosa figura con cuernos, celosa de amor, necesitada de aparearse por el instinto. El biólogo Enrique Arberas me ayudó en esta tarea, conocedor de huellas y rastros, sabedor más que yo de los hábitos de ciervos y otros cuadrúpedos.
Y vinieron, lanzaron al cielo sus berridos, se encelaron, pelearon enredando su portentosas cornamentas, se aparearon.
Ver de cerca este espectáculo natural, la fuerza de la vida, la espontaneidad animal que mueven los instintos, ha sido un privilegio. Los resultados estarán a la vista en los trabajos que documentan el pastoreo en Gorbeia y ahí hay mucha más labor que la que haría un fotógrafo de naturaleza.







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