Sí y no. El carnaval se nos marcha. Algunos, porque todavía os quedan citas pendientes. Se pasaron en su mayoría los tempranos y rurales navarros, se han ido los urbanos de las capitales vascas, y soy testigo porque ayer estuve, bajo la lluvia, asistiendo a la quema de la sardina en Bilbao. Nos quedan aún el simpático de Salzedo y por supuesto la larga celebración de las mascaradas de Zuberoa que nos convocan, entre valles y montañas del Pirineo, a un programa que se adentra en las puertas de la primavera.
Obligatorio acudir a estas fiestas de tránsito porque nos permiten revivir los ciclos de la tierra y la naturaleza. La religión ya nos impone después los rigores de la cuaresma, aunque poco caso les hagamos. ¡Viva la vida!
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