28 de octubre de 2015

De Mallos, Reinos, castillos y conglomerados de piedra



De todo eso y más, de caminos y montañas, de pequeños paraísos escondidos, de ermitas rupestres y barrancos salvajes, de paisajes inmensos que florecen como la vida cuando la tierra aún está fría en el invierno. De esos parajes aragoneses tan bellos y eternos como la Sierra de Guara y el Reino de los Mallos me tocó contar vidas, historias y caminos en la revista Pirineos.
Así se lee la introducción:

Al Reino de los Mallos es apropiado viajar escuchando a Labordeta. Corazón aragonés, horizonte amplio, con el sol a la espalda, o acaso con él atravesando el follaje de los pinos para entrar afilado en tu retina.
Así, siempre entre aromáticas y resecas plántulas que se quiebran al pisar, pinos adustos que ensimisman los collazos, almendros cultivados y cuidados en campos que parecen huertos de árboles y relieves marcados por peñascos de colores, como los propios Mallos o esa esfinge solitaria de la Peña Gratal que impone su silueta en el contraluz del amanecer, arriba el viajero a las tierras de Riglos.
Siempre hay allí un río y aguas pirenaicas que fabrican nieblas con frecuencia; disimulado entre barrancos, apaciguado en los embalses o bravo en sus rápidos, el río Gállego es una vértebra ineludible de estos paisajes. Pero además es camino de emociones porque el río se ha convertido en parque de juegos para los deportes de aguas bravas. El rafting y descenso de piraguas proponen divertimento sin riesgo en estas aguas desde que los calores de la primavera comienzan a dulcificar su temperatura y temperamento. Basta esta única razón para venirse al Reino de los Mallos a encontrar un fragmento de felicidad; aunque hay muchas más razones.
Descendiendo las revueltas del Gállego después de haberse ensimismado un momento con el espejo del embalse de La Peña se podrá esperar enseguida la presencia impresionante de los Mallos. Tras una curva, su imagen aparece de modo imprevisto, su silueta cayendo a pico y, a los pies, el agitado Gállego. Y esta es una foto inevitable.



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