8 de septiembre de 2015

Alardes y montañas







Ha llegado la fecha para viajar a Hondarribia y descubrir los encuentros y desencuentros que provoca su Alarde (8 de septiembre). Recorriendo calles y escuchando música de marcha –el titibiliti-, hace ya un año que mis cámaras buscaron imágenes entre el mar y las murallas de Hondarribia, entre rojos y negros, vestido como me exigieron; hace ya un año que tuve que soportar de nuevo la oscura sospecha de que todos los fotógrafos buscamos poner en entredicho el alarde y queremos reforzar el disenso. Pero no era ese mi propósito, solo contar la fiesta en imágenes, toda la fiesta desde mi propia mirada. El resultado está en los papeles de tamaño grande de Ibilka, ahí está mi fiesta, ahí el Alarde.


Hondarribia comparte papel con otras sensaciones gratas, más gratas, encontradas en los caminos naturales de los Tres Grandes, del Aizkorri, Anboto y Gorbeia que tienen reportaje en forma de travesía, de periplo andarín visto bajo las luces cambiantes de las montañas. Allí me encontré con la tormenta, con otra tormenta, no humana sino eléctrica y relampagueante, que llenó de negros los horizontes y de destellos la noche. Llegó por supuesto la calma más adelante, la de los cielos limpios, la del viento calmado y el silencio interior. Necesaria, necesario para ponerse a mirar a otro lado. En ello andamos.



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