Son ya muchos años de panoramista. Sí, descubrí la panorámica con una peculiar Horizon 202 de óptica giratoria y donde la película se extiende curvada sobre un tambor metálico. Todavía funciona mi cámara rusa y llevarla al cuello es una sorpresa para cualquier transeúnte, más acostumbrados a los artefactos de pantalla repleta de píxeles que a las cámaras de verdad. Aquel veneno panoramista se contagió pronto a una Fuji 617 que cuesta alimentar más que dar de comer a la familia pero proporciona unas imágenes fabulosamente grandes. Hasta ahí con película. Vino luego la rótula panorámica, una sencilla Ninja, y las ópticas muy angulares para construir panorámicas esféricas.
Que el formato panorámico, muy cinematográfico, es un juego de fotógrafo es evidente pero tengo que descubrir que me ha permitido hacer propuestas muy atrevidas a editores de papel impreso de todos los rincones por los que me muevo. Ya lo dije en otra ocasión: he conseguido resolver algún reportaje íntegramente en formato panorámico, apuesta y desafío pero innovación en la puesta en página. He aprendido y descubierto que en esa propuesta se entiende mi lenguaje y veo cada día que los diseñadores terminan por hacer buen juego en la puesta en páginas con estas imágenes.
Traigo aquí dos ejemplos recientes, ambos con grafistas franceses que han visto una buena solución a las maquetas de sendos reportajes sobre escenarios de Euskal Herria (País Vasco-Basque Country) con la oferta de paisajes panorámicos.
Componer en panorama tiene también su lenguaje: hay un horizonte, un soporte de la estructura del campo gráfico, líneas y pesos visuales. No es ni más fácil ni más difícil que fabricar imágenes en otros formatos; solo hay que previsualizar y organizar. Yo lo sigo haciendo cada día.
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