Varios meses, bastantes visitas, noches y amaneceres,
fiestas y también tardes de lluvia me ocuparon con pasión para llenar las
veintitantas páginas de la revista El Mundo de los Pirineos que me habían
reservado para el reportaje.
Así comienza
el reportaje, hablando de un “País de encuentros”:
Desde sus
últimas alturas, los Pirineos miran al mar y luego, como temerosos de romperse
en mil pedazos, pierden fiereza y en vez de realizar un salto a tumba abierta,
parecen resbalar sin prisa por todo el Bidasoa, sinuosos, hasta perderse en las
aguas marinas. La costa vasca se deja querer por ellos. Un pueblo pesquero
aquí, una sierra abrupta allá, es la perfecta combinación de mar y montaña.
El Bidasoa
no tiene nombre de pila. Porque cuando nace el río primerizo es Erriarteko
erreka, luego Baztan y por fin, abrazado en Sunbilla al Ezkurra, se llama
Bidasoa. No extraña, entonces, que el origen de su nombre sea romano via ad
Oiassonem que no significa otra cosa que El camino a Oiasso. Sabemos que Oiasso
pudo ser la ciudad de Irun, donde un puerto romano se instaló a orillas del
río, y que también llamaron así a la montaña de Jaizkibel, el último eslabón de
las rocas del Pirineo cuando estas se sumergen definitivamente en el mar.
En este
viaje por el valle del Bidasoa hacia la costa vasca haremos como el río:
seguirlo en su camino hacia Oiasso, dejándonos alimentar por nieblas y arroyos,
cautivar por sus bosques y montañas para relajar por fin toda nuestra energía
en los horizontes infinitos de un mar amable. Allí donde el río Bidasoa es tal
iniciaremos nuestro rumbo: en la comarca navarra de Bortziriak [Cinco Villas],
las cinco del Bidasoa que son Arantza, Bera, Etxalar, Igantzi y Lesaka,
rodeadas de montañas y paisajes profundos. A sus pies el río nos llevará hasta
que, pasando por las pozas salmoneras de Endarlatza, se remansa
definitivamente; las mareas empujan contracorriente y allí, en la internacional
bahía de Txingudi, el Bidasoa hace un enorme espejo donde se abrazan los mundos
de dos estados, donde se miran y hablan de orilla a orilla Irun, Hondarribia y
Hendaia. La costa toma el relevo allí al río viajero para conducirnos por un
horizonte infinito a parajes insólitos donde el mar y la montaña pirenaica son
todo uno.
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