Lo he visto de muy cerca. O creo que algo así puede ser el infierno. En la punta de una montaña, mirando horizontes negros en todo el derredor, solo peinados por las cortinas de aguaceros descolgando de sus nubes, estruendos y ecos de truenos sobre mi cabeza, destellos brillantes, rayos impresionantes aquí y allá. Sin descanso, sin tregua, durante horas… Para despedirse, el ruido se ha tornado en aguaceros estrepitosos pero el viento no ha dejado de sacudir con lo que la lluvia golpeaba todo con violencia.
Durante un intervalo de calma llegó una luz por el infinito que enseñó sus mejores colores. Aquello me convenció de que incluso el infierno puede tener un final dulce.
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