Hasta cuatro veces para conseguir un buen trabajo, hasta
cuatro viajes, cuatro visitas, cuatro apuestas bajo tierra. Ha sido en la cueva
de La Verna,
ahora recién publicada en 7K, el
suplemento dominical del diario Gara. Cuando debía haber agua el río bajaba un
hilo de líquido porque no había deshielo, cuando hubo agua era tanta que nos
impidió avanzar con seguridad hacia la sala Chevalier. Menos mal que la acogida
siempre fue excelente por parte de Jean François, espeleólogo director de
explotación turística de la cueva, menos mal que el equipo técnico tiene tanta
pasión como el mismo fotógrafo para lograr el objetivo. El objetivo es bastante
simple: conseguir algunas, solo algunas, fotos interesantes. Pero la tarea no
es nada fácil y voy a explicar la mecánica que este fotógrafo utiliza bajo
tierra, no muy distinta de la que maneja a cielo abierto, pero sí más compleja y
que nunca podría llevarse a cabo sin colaboración. Entrar al agujero, a veces
con esfuerzo y técnica notable, caso de la progresión por la galería hasta la
gigantesca sala Chevalier, a dos horas de la boca del túnel de La
Verna. El avance hasta el punto más lejano
se hace necesariamente con la mirada atenta. Una linterna led lanzadora a mano
es la mejor ayuda para inspeccionar espacios y rincones que la lámpara frontal
no alcanza. Al final del trayecto están casi decididas las fotos que haremos al
retorno. En cada lugar este fotógrafo se convierte en un capitán dando
óredenes. Explica a cada espeleólogo qué quiere de él: píntame así… lánzame el
flash de aquel modo… Cada uno de los espeleólogos del equipo lleva un flash y además
de su iluminación personal al menos una linterna led, todas distintas, más
lanzadoras o más inundadoras; cada uno lleva un walkie-talkie con un micro-auricular
para poder comunicarnos a distancia. El fotógrafo lleva el mismo equipo pero
multiplica varias veces el número de linternas con dominantes más o menos frías
o cálidas. Cámara sobre trípode, ángulo y foco preciso con ayuda de una
linterna spot, sujetos en posición, cálculo de tiempo y exposición.
¿Todos listos? ¡Quietos! ¡Abierto!
Cada uno lleva a cabo su tarea, llenando de luz algún rincón
de la inmensa oscuridad, en una práctica próxima al light painting. Trabajando así varias exposiciones podemos iluminar
con un pequeño equipo humano áreas diferentes que después integrarán una sola
imagen final. El proceso lleva tiempo, consume vatios, paciencia y energía
humana pero salir a la luz del día con los huesos más o menos machacados, una
docena de fotografías en la recámara y la memoria llena de espacios
irrepetibles es toda una satisfacción.
Gracias a Idoia, Unai, Josu, del grupo espelológico ADES; a César y Rober, de Mundak Explorers, por su
colaboración, por su pasión subterránea y por los buenos momentos y
experiencias compartidos. Ellos son mis mejores modelos pero también los
mejores iluminadores cavernarios.
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