Foto Enrique Moreno |
Es cierto que la mayoría de las fotografías, por
impredecibles, son únicas. Pero también sabemos que volviendo a un lugar
conocido podremos recrear o encontrar, al menos aproximadamente, un cuadro
captado anteriormente. Hay sin embargo imágenes que nunca más podrán repetirse
porque en ellas encontramos sujetos que se marcharon para siempre.
En mi curriculum fotográfico hay ya un buen número de ellas.
La última fue tomada en el pasado invierno entre los bastidores del Mendi FilmFestival de Bilbao. No era la primera vez que estaba con Alvaro Bultó ante
otras cámaras, cada uno con su protagonismo, cada uno con su vida apasionada
para contar. Yo enseñaba mis plácidas panorámicas de montaña pero las imágenes
que Álvaro Bultó y su equipo proyectaron en las pantallas del Mendi hicieron
correr más de un escalofrío. El modo de vida que Álvaro adoptó siempre estuvo
cerca de los límites porque era allí donde encontraba las emociones para seguir
viviendo. En esa sintonía corremos los días muchos más que, sin pretender poner
la vida en riesgo, sabemos que ese es un modo de poner salsa a lo común.
La fotografía con Alvaro Bultó no podrá repetirse. Pero más
allá del sentimiento de la pérdida y de que sea inevitable ver la muerte como
una tragedia , nos quedará siempre el consuelo de que Álvaro estaba haciendo lo
que más le apasionaba, pasaba por un momento feliz en un torbellino de
emociones. Esa fotografía feliz será irrepetible.
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