SAN JUAN |
Ha pasado San Juan, probablemente una de las fiestas más
singulares y enraizadas en el calendario popular. Muy pocas veces me he quedado
en casa esta noche, recorriendo cada rincón de la tierra vasca en busca de
momentos de luz, del calor del fuego y de hogueras por doquier. Las he visto de
todos los tamaños y rodeadas de grandes y pequeños cortejos.
También he visto Sanjuanes espectáculo, cada día más de moda, como casi todas las fiestas. Proponen, casi siempre, sólo mirar y llevarse el recuerdo a casa inmortalizado en imágenes de plástico. La fiesta participativa se diluye en los entornos urbanos y es una lástima.
¿Quién no se acuerda de la búsqueda en el barrio, casa por casa, de materiales para la hoguera?. La múltiple función del fuego de San Juan se cumplía entonces a la perfección.
También he visto Sanjuanes espectáculo, cada día más de moda, como casi todas las fiestas. Proponen, casi siempre, sólo mirar y llevarse el recuerdo a casa inmortalizado en imágenes de plástico. La fiesta participativa se diluye en los entornos urbanos y es una lástima.
¿Quién no se acuerda de la búsqueda en el barrio, casa por casa, de materiales para la hoguera?. La múltiple función del fuego de San Juan se cumplía entonces a la perfección.
Ahora quedan, menos mal, todavía fuegos locales cargados de
fuerza. Esta noche de San Juan me fui a la playa para otras cosas y suponía que
habría allí algún fuego de San Juan. No uno, había cinco: locales, familiares,
íntimos, tímidos y recogidos. Esos son los mejores instantes de fiesta.
Por eso digo: no a la fiesta espectáculo.
Por eso digo: no a la fiesta espectáculo.
SAN JUAN en la playa |
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