Corría ya el año 1997. Los franceses habían ya mandado las primeras fotos desde el Himalaya vía satélite. En la Panínsula solo se había hecho con algunos textos. Nadie sabía aquí cómo hacerlo, cómo conseguir poner una fotografía captada con una de las primeras cámaras digitales que en su máxima calidad pesaba 250 Kb en la redacción de un periódico. Debimos experimentar, descubrir qué era Internet, qué era un servidor FTP, qué era un teléfono satélite.
Nos "prestaron" dos cámaras Canon Powershot que equipaban tarjetas de 16 megas, un ordenador IBM que dejó de funcionar en una semana, el primer teléfono vía satélite que llegó a la Península y de la "red" y del servicio se ocupó una empresa pionera que es SARENET que se ocupó además de crear una web donde podía seguirse cada paso de la expedición al Everest.
El primer envío por el satélite precisó 12 minutos de trasnmisión para conseguir mandar una fotografía pero aquella ocupó la portada del periódico DEIA.
Lo que hoy es cotidiano fue entonces un reto. También entonces fuimos pioneros.
Acompaño la primera crónica que viajó´por el satélite, con los comentarios previos que la acompañaron. Hoy ya es historia, parte de la historia de Internet.
Experimentando con el satélite |
PRIMER ENVÍO VIA SATÉLITE
30 agosto 1997. Kathmandu. 3ª crónica
Buenas tardes gente. Ya hemos realizado
la primera etapa de la marcha de aproximación, sólo 2,30 horitas,y los primeros
síntomas del efecto de la altitud ya se dejan notar aunque no estamos más que a
2.700 metros.
Esta es mi primera transmisión por el
satélite y espero que llegue en condiciones. Intentaré enviar la próxima en dos
días si el dolor de cabeza me lo permite.
Saludos de Santi.
Niña nepelí en Kathmandu |
PRIMEROS PASOS HACIA EL EVEREST
La primera de las ocho etapas de la marcha de aproximación fue realizada ayer entre Lukla y Padhing
Santiago Yaniz Aramendia
La Expedición Bizkaia Medio Ambiente Everest 97
dio por fin ayer los primeros pasos hacia la montaña. Mejorada la salud de todo
el equipo y terminados todos los trámites burocráticos en el Ministerio de
Turismo ha llegado el momento de pensar únicamente en trabajar para llegar a la
montaña.
Un gran madrugón nos sacó ayer de
Kahtmandu para tomar a las siete de la mañana un helicóptero de transporte
hasta la aldea de Lukla, punto de arranque de la marcha de aproximación.
La máquina rusa de Asian Airlines rugió
con fuerza para mover los más de mil kilos y una docena de personas que
viajábamos en el interior. Cuando cruzó las nubes para alcanzar una altitud de 3.500 kilómetros
pudimos ver ya las primeras estribaciones de la cordillera del Himalaya,
relucientes de nieve y entre las que destacaba el Hidden Peak. El vuelo se
prolongó casi una hora y durante todo este tiempo el paisaje era una continua
alfombra verde, arrugada en infinidad de pliegues sobre los que ni una sola
carretera se dibujaba. Los campos de arroz de un verde intenso en esta estación
de lluvias delataban la vida que también se manifestaba en un sin fin de
pequeñas casas enlazadas entre sí por diminutos senderos.
El helicóptero se dejó caer desde las
alturas en un profundo barranco. Allí estaba Lukla, la puerta más visitada en
los caminos del Everest, casi famosa en el mundo entero por su pista de
aterrizaje cuesta arriba.
El sábado es fiesta en Nepal y la aldea
estaba escasa de porteadores, que en esta jornada ascienden hasta el mercado
semanal de Namche Bazar.
Mientras los expedicionarios tomábamos un
desayuno local, un «arroz con leche» muy sui generis regado con
té en abundancia, nuestro shirdar Lhakpa Dorjee se ocupó de negociar con los
jóvenes locales el porteo de nuestro equipo.
Entre tanto las nubes que cubrían el
paisaje iniciaron su descarga, ya imparable en toda la jornada. Era casi
mediodía y paraguas en mano los expedicionarios iniciábamos el camino junto a
porteadores y yaks.
Podría ser un camino cualquiera en el
Pirineo con la notable diferencia de que a una altitud de 2.500 metros la
vegetación es lujuriosa, el verde brillante y el entorno excepcional. Algunos
pinos producto de la reforestación, robles, también madroños y muchas flores
crecen en esta época en las laderas del valle excavado por el Dudh Kosi.
Pequeñas casitas de piedra salpican el camino y las laderas del valle, muchas
de ellas convertidas en «lodges», albergues para montañeros
en los que igual se puede tomar un refresco, o alojarse para pernoctar.
El domingo, la
etapa más dura
La primera etapa de la marcha de
aproximación del Everest es la más sencilla, la más corta también si se tiene
en cuenta que termina a una altitud más baja que el punto de inicio. Se hace
así a propósito para iniciar suavemente la aclimatación que será mejor si se
asciende una media de 300
metros diarios.
En un profundo y encajado valle, un
sendero camina a media ladera, sube y baja embarrado por las lluvias en un
terreno en el que el único medio de transporte es el aéreo o el camino. Los
montañeros subíamos ayer y lo hacían al mismo tiempo porteadores, vecinos de
las aldeas y transportistas cargados con grandes canastos de vuelta del mercado
de Namche. La mayoría calzando chancletas, muchos descalzos. Llevan así de sus
pequeños huertos diminutas patatas, sus frutas, las vainas ahora en flor, la
berza o las cebollas que se producen en abundancia en esta región del Khumbu.
Los porteadores pueden cargar hasta más de cuarenta kilos, en enormes petates
que soportan en una cinta apoyada sobre la cabeza. Desprenden un profundo olor
a humo que recuerda al que se produce en las cabañas de nuestros pastores. Es
lógico cuando es el fuego el calor de sus hogares, encendido en cocinas en el
suelo o en un costado de la casa y sin chimenea. Los tejados de madera o tejido de paja dejan
escapar entre sus rendijas el humo después de que este ha impregnado de aroma
toda la estancia.
A cada paso en el camino asoman a las
puertas niños sherpas que saludan y piden un caramelo o un lapicero al viajero.
La jornada de ayer fue un buen contacto con el pie del Himalaya. Aún queda lo
más duro hasta alcanzar el glaciar de Khumbu. Soportar los primeros dolores de
cabeza y aclimatar el cuerpo a la altitud.
Entre tanto será preciso alimentarse
bien. Antes de escribir estas letras nuestros anfitriones en el lodge Jo’s Garden pusieron en nuestra mesa
mucho té y arroz frito con verdura y huevo para mezclar a voluntad con «noodles», unos fideos gruesos
cocinados con verdura y tiras de pollo. Y en el postre unos grasientos «pancakes»con azucar. Nada parecido a
un buenas buenas alubias pero bastante próximo a la cocina nepalí.
Para el domingo nos queda una de las más
duras etapas, entre Padhing y Namche Bazar, con casi cinco horas de camino y un
desnivel de ascensión de 700
metros hasta muy cerca de lo 4.000 metros.
Campo base del Everest |
Oficina confortable (Foto Kepa Lizarraga) |
¡Qué joya, Santi(mamiñe)!
ResponderEliminarItzel, itzel, itzel!!!
ResponderEliminarBiba zu!
¡Vaya recuerdos... de la prehistoria!
ResponderEliminarLeñe, pues enviar ahora fotos y crónicas desde el Everest será más fácil, pero seguro que tendrá su dificultad... siempre me ha fascinado saber cómo se trabajaba en los periódicos cuando no había ninguna de ls herramientas que hoy consideramos cotidianas....
ResponderEliminarQue bueno es ser joven, Zigor.
EliminarYo te puedo contar que he viajado de copiloto mientras agitaba una cubeta de revelador, parábamos en las cunetas a cambiar los líquidos, desde los Picos de Europa... todo para poder llegar a Bilbao con un rollo fresco del que poder positivar unas copias en el labo del periódico antes del cierre. Cuando había partidos de fútbol o envíos de corresponsales se debían buscar "amigos" en las localidades de destino para revelar y transmitir imágenes por el télex -que tardaban una eternidad-. Y las crónicas o noticias se dictaban por teléfono.
Desde el Everest mandó antes que yo crónicas Antxon Iturriza. Escribía a máquina; un porteador llevaba los folios a Namche, los ponía en correos y, con suerte, llegaban a destino en unos 15 días. Velocidad de los años 90 del siglo pasado: ¿prehistoria?