Hace más de tres semanas que los navarros avanzaron sus
rituales de carnaval. Ruidosos, como debe ser, coloristas e infatigables.
También algunos adelantados por tierras alavesas y guipuzcoanas han sorteado
los paisajes nevados y por Iparralde kaskarotes y katilungorris hicieron sus
cuestaciones jocosas. Es bonito reencontrarse
cada año, cuando la estación del frío parece querer vencer al
calendario, con las fiestas que firman lazos sociales, cuanto más íntimas
mejor. Hace solo unos años, en la
Llanada alavesa, recuperaron su carnaval los pueblos de
Ilarduia, Egino y Andoin. Igual que hicieron antes localidades como Zalduondo o
Salzedo, también el ominipresente y afamado carnaval de Lanz, rescatado en los
años sesenta de las cenizas causadas por las guerras y la dictadura. Lo mejor
de Ilarduia y sus vecinos es precisamente su carácter familiar, algo ya perdido
en las celebraciones mediáticas cargadas de curiosos, fotógrafos y estudiosos
de todo pelaje. Lo mejor de estas celebraciones es ver a la gente hacer “su carnaval”, no el que esperan las cámaras
de televisión, vivir su fiesta y disfrutarla porque eso es precisamente la
fiesta.
Estamos en las fechas grandes, entre los rituales que vencen
el martes y con los que prolongan la fiesta al fin de semana siguiente; en todos ellos se
corren jolgorios y disfraces, ritos y sonidos cargados de emociones. Compartimos algunas.
Propósito ineludible.
Magnífico. Se lo paso a mi amiga interesada en los Carnavales.
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