De paseo por Arraño, el balcón de Laudio
A las orquídeas hay que mirarlas arrastrándose, es el mejor modo, y
así se puede saber más de ellas. Por ejemplo que son refugios.
Me
lo descubre Xabier Ramos, uno de esos fotógrafos de naturaleza empedernidos que
se pasan media primavera arrastrándose por el suelo en busca de espectáculos y
curiosidades florales. Lo hace, el muy canalla, para darme envidia y me manda
por el wasap una provocativa foto en la que apenas se distingue la pata de un
insecto peludo rodeado de intenso color violeta. Imagínenselo ahí, tirado en el
campo, mirando algo a través de un pepino de cámara. El otro día se mojó y
bien, estoy seguro.
Y
me chincha: “a que no sabías que en la serapias, no estoy
seguro si es una lingua o una cordigera, cuando llueve, hay una gran
variedad de insectos que se meten en la flor a refugiarse”. Me había avisado
por la mañana para ir juntos a fotografiar orquídeas, que ahora están en su
mejor momento, cerca de casa, al parque de Arraño, en Laudio. No le he podido
acompañar y me regala la envidia con esas fotos curiosas de una peluda abeja
refugiada en la orquídea; y más, porque cada serapia que Xabier mira tiene un
insecto cobijado en su interior, en una mañana que llueve sin parar. Lo dicho:
en cada flor un ser diminuto refugiado de las inclemencias.
A
Arraño sube a caminar mucha gente de Laudio, está a un paso, paso largo y
cuestoso, diría yo, y en la primavera hay quien va solo a ver las orquídeas que
se multiplican por las praderas que suben hacia el punto más alto de la colina,
a sólo 385 metros, así de pequeñita es.
También
hay de camino, y por donde más orquídeas crecen, un vértice geodésico, a 285
metros, y un poco más abajo una cruz que está ahí plantada desde 1881.
Probablemente la pusieron ahí para santificar un lugar que ya era importante en
los ritos de primavera. Lo explica el erudito y divulgador local Félix Muguruza
recogiendo aquella ordenanza de 1784 que mandaba que «… todos los años, cuando los maises están ya sembrados, se suba al
monte Arraño como hasta ahora aquí, a la bendición general de los campos»
No
se bendicen ya los campos desde Arraño, no hay trigo aunque sí maíces en
los alrededores y allá arriba, además de
orquídeas, hay un balcón que mira con privilegio sobre el pueblo de Laudio y
sobre medio valle de Aiara. Al fondo está desplegado Gorbeia en toda su
panorámica, a los pies el Nervión se esconde entre calles y fábricas.
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