21 de agosto de 2014

Un caballo mirándome



Caminaba solo, entre las nieblas que amenazaban un chaparrón inminente. Nadie en las montañas porque los seteros ya habían marchado de vuelta con su trofeos escondidos. Nadie a esa hora de los madrugadores en busca de silencio y luz.

Iba mirando esas siluetas imponentes que se van recortando como fantasmas apareciendo y despareciendo. De pronto aquellas siluetas tomaron vida. Se me quedó mirando creando una fantasía que me hizo dudar de si era cierta tanta belleza. Duró solo un instante. Pensé que él estaba tan sorprendido como yo y marchó enseguida como si no quisiera perturbar mi camino. Se equivocó porque me hubiese gustado quedarme mirando un buen rato. Pero casi fue mejor. Luego vinieron los montañeros del domingo, comenzó el ruido, llovió, salió el sol. No estuvo mal pero lo mejor fue aquel caballo mirándome. Sucedió en Aiako Harria. Me gustan los caballos.

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