En este ambiente el sábado realizaban su desfile, el segundo de este año, más de un centenar de actores que no lo son. Vestidos de pastores, ciudadanos, soldados alemanes o de la República... sin faltar el clero ni las autoridades, las gentes de esta tierra se convierten en cantores e intérpretes teatrales. Lo mejor de las pastorales está, al menos para la mirada de un fotógrafo, detrás del escenario o delante de este, más que sobre él. Buscando siempre entre bastidores, disfrutando siempre de las coincidencias y de los dibujos de la luz disponible cada Pastoral es un ejercicio magnífico para la mirada.
En esta jornada el tránsito luminoso del día a la noche durante la representación ofreció valores añadidos a la propia plástica y luminosidad de la pastoral.
Difícil de entender, el euskera de Zuberoa tiene sin embargo su música particular llegada de las montañas y de las sincronías sonoras con el español y con el bearnés.
Zuberoa guarda esta tradición que está muy asegurada.
Aún el domingo queda otra representación, hasta el año que viene.

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