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26 de junio de 2010

Exceso de ¿autoridad?



Es imposible evitar volver la cabeza cuando en la calle se oye un grito de dolor. También es imposible cuando uno lleva el oficio a cuestas evitar sacar la cámara de la mochila, apuntar y denunciar. A sabiendas de que a continuación el polcía uniformado vendrá a pedir acreditaciones, a preguntar y a exigir ver las imágenes; no sea que el fotógrafo hubiese captado alguna actitud impropia.
El origen del grito venía de una pared; contra ella había un joven, a su espalda dos fornidos poilicías, cada uno asido a uno de sus brazos retorcidos ambos a la espalda del muchacho que solo podía quejarse de dolor. El joven terminó arrodillado y aflojado de sus ataduras tras el gesto del fotógrafo mientras sus amigos solo podían mirar.
Cuando oimos y vemos acciones como esta en la calle, a las puertas de una estación... ¿qué pasará entre paredes, en las furgonetas, en los pasillos escondidos a las cámaras?

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